Decíamos ayer...
Esta novela empieza de un modo dramático... o quizás no. Digamos que a la susodicha hija de Robert Poste se le mueren sus ricos padres, o no tan ricos. El caso es que se encuentra a los diecinueve añitos, huérfana y sin un chavo. Flora, que así se llama, se decide buscar a unos parientes de los que vivir. ¿Trabajar ella? ¡Ja!
De entre los variopintos parientes que tiene, solo los Starkadder la acogen. ¿Por qué? Porque algo le hicieron a su padre y se lo deben. Así que allí se va, al campo profundo, a vivir con sus no menos profundos parientes, dispuesta a "arreglarles" la vida a su particular y elegante estilo.
Divertida (sobre todo al principio) y disparatada crítica social de la vida inglesa del siglo XX, esta novela no te dejará indiferente si eres de los que disfrutas con las novelas inglesas del XIX y sus maravillosas y lentas adaptaciones de la BBC, porque es una parodia de todo eso (aunque en este último caso es anterior).
Imitando pasajes de estas novelas, formulando teorías muy particulares sobre literatura y cine (impagable la de las hermanas Brontë en boca de uno de los personajes de la novela), hay momentos realmente delirantes.
Y vale que el desenlace no es de lo mejor, que algunas de las historias y escenas incluso te hacen enarcar una ceja, que los personajes se pasan de rosca de lo puro prototípico, pero no se puede negar que es entretenido como poco y Flora, a pesar de lo entrometida que es, no se atraganta, lo cual tiene mérito. De hecho, recuerda un poco a esa Emma de Jane Austen, casamentera y metomentodo.
En cuanto a la ambientación y el lenguaje, ya he dicho que imita ambas cosas de otras novelas y además intencionadamente, pero a la vez también es muy moderna en cuanto a ciertos temas que plantea, como la anticoncepción.
En todo caso, recomendable historia para unos días de calor, para echar unas risas e incluso aprender nuevas palabras como parravirgen. Por cierto, cuidado con la parravirgen, porque cuando florece ocurren... cosas...