Decíamos ayer...
Esta novela narra la tremenda y dolorosa historia de varias mujeres destrozadas por un hombre.
También es una historia de pérdidas constantes, de locura, de muerte y de amor, tan eterno y salvaje como el mar de Finisterre donde se ambienta.
La historia en sí es sencilla, una madre que pierde a su hijo en trágicas circunstancias y una niña abandonada en el mar que es dejada en sus manos para que la cuide viven felices hasta que el destino les juega una mala pasada en la forma de un hombre, parte del pasado de la madre. A partir de ahí, todo es oscuridad y horror.
Narrada con un lenguaje florido y poético, lleno de alusiones a la poesía de Byron y otros poetas de la época (hablamos del siglo XIX), destaco sobre todo la ambientación, la descripción de esos paisajes marineros, las tormentas y costumbres de la Costa de la Muerte, de los que la autora habla con obvio conocimiento de causa. Sin embargo, debo decir que quizás hace falta un poco de tiempo para acostumbrarse y que la narración es algo confusa a causa de dicho lenguaje.
También me gustaría decir que me han sorprendido gratamente los alegatos a favor de la emancipación y liberación de las mujeres, su educación e incluso a favor de los niños bastardos (la autora lo era), algo moderno para la época.
Por ello, sin ser una gran historia, yo diría que es una novela entretenida y que, una vez traspasada la inicial barrera del lenguaje, puede deparar una sorpresa.